De vendedor de 'hot dog' a periodista, hoy es microempresario en La Chorrera
Ramón pasó mucho trabajo en su niñez y parte de su juventud, pero con estudios y mucho trabajo supo abrirse camino y hoy es un microempresario.
Soñar con llegar a convertirse en una persona rica, no cuesta nada, más cuando se es niño y en casa la situación económica es tan difícil que si se desayuna, no se almuerza ni cena.
Es decir que de milagro hay para una sola comida al día. Pero si se estudia y trabaja fuerte, esos sueños se pueden convertir en realidad.
Esto fue lo que vivió Ramón Santamaría, quien desde muy pequeño sufrió, pues su madre Virginia Santamaría tuvo que luchar muy duro con él y a su hermano Onofre Quintero, quien llenó esa figura paterna.
Y es que a pesar de que su hermano era dos años menor, recuerda cuando se encaramaba en una silla para fregar los platos.
Y es para Ramón, su hermano Onofre fue un pilar importante, ya que fue quien se sacrificó para que él estudiara.
Ellos empezaron a trabajar de "pavos" en las chivas de Concepción, Bugaba, Chiriquí.
Los $3.00 que que les pagaban lo usaban para la merienda y para el pasaje para ir a la escuela.
Onofre también supo salir adelante, hoy es capitán y doctor en el SENANSu mamá había estudiado bibliotecología, así que las cosas mejoraron en casa, pero hubo una época que ella se endeudó con los bancos y la situación se puso tan crítica que volvieron los tiempos donde solo se comía una vez al día.
Al ver que el hambre nuevamente reinaba en su hogar, Onofre ingresa a la Academia de Policía "Presidente Belisario Porras" (Acapol), en la actualidad Instituto Policial Superior Presidente Belisario Porras (ISPOL). Esta separación afectó mucho a Santamaría, quien decide que en la ciudad capital estaba su futuro.
Así que decide que tiene que abandonar su natal Chiriquí y dejar los estudios de periodismo que había iniciado en la Universidad Autónoma de Chiriquí (Unachi), donde en el primer semestre que estuvo fue el estudiante con mejor indíce académico, lo que le valió pertenecer al capítulo de honor sigma lambda.
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La idea de migrar a la ciudad de Panamá no le cayó muy bien a su mamá Virginia, quien se opuso, a pesar de no contar con su bendición, Ramón dejó su casa para conquistar sus sueños.
Esto le costó que su progenitora no le hablara por tres años. Tampoco su familia le enviaba dinero, porque pensaban que así se tendría que devolver para Chiriquí.
A su llegada a la capital, empezó a buscar trabajo y el que encontró fue en un local donde rentaban películas, con tan mala suerte que cuando tenía 15 días laborando, la Policía allanó el establecimiento y se formó la corredera. Todo el mundo empezó a huir. En ese negocio las películas eran pirateadas, algo que desconocía Santamaría.
Desempleado y sin un real en el bolsillo, porque no alcanzó a cobrar su primera quincena, Ramón comenzó a buscar trabajo y fue a parar a Samaria, San Miguelito, por el famoso "Puente Rojo" cuidando a un señor que había sufrido un derrame cerebral, lo bañaba, vestía y le daba la comida.
Quiere que sus barberos sean soñadores como élPor cuidar al señor Marmolejo le pagaba $100.00 mensuales, es decir $50.00 quincenales y el desayuno.
Con el paso del tiempo le cayó tan bien a los Marmolejo, quienes empezaron a darle el almuerzo y la cena.
Dos años al servicio de la familia Marmolejo, pero siente que los tiene que abandonar, porque quería tener una oportunidad para poder estudiar y encuentra un trabajo como vendedor de "hot dogs" para la empresa New York Hot Dog, que tenía puestos por toda la ciudad.
Lo ubican en la entrada de Televisora Nacional (TVN-2).
Al estar vendiendo perros calientes en la entrada de TVN-2 tiene la oportunidad de ver a los periodistas entrar y salir del canal todos bien vestidos de traje y corbata.
"Algún día yo voy a ser periodista", se decía mientras preparaba los "hot dog".
Su mamá le dejó de hablar por tres añosAl ver que el tiempo pasaba y en New York Hot Dog no iba a alcanzar su sueño de convertirse en periodista deja ese trabajo, pero el nuevo empleo que consigue es de seguridad.
Antes de estampar su firma en su contrato, le dice al dueño que tenía decirle dos cosas, la primera, que en un año se convertiría en su mejor empleado y la segunda que solo firmaría si le daban la oportunidad de estudiar.
Su futuro jefe le respondió que era la primera vez que un empleado le hacía exigencias, algo que le gustó y le dio el empleo.
Luego de ser capacitado en el manejo de armas de fuego y todo lo que tenía que ver con ser un agente de seguridad, fue asignado a la empresa Glidden, ubicada en la vía Domingo Díaz, específicamente al lado del Centro de Custodia Arco Iris.
En su primera noche como seguridad, unos menores de edad, se fugan del Centro de Cumpliemiento Arco Iris e ingresan a la empresa Glidden, donde Santamaría vigilaba.
Al percatarse de lo que estaba sucediendo aplica el protocolo y pide refuerzos.
Ramón pasó hambre, pero nunca dejó de soñarPara su fortuna los chicos solo pasaron por la empresa que él custodiaba, así que cuando llegaron los refuerzos todo estaba en calma; sin embargo la forma como manejo la situación gustó mucho a sus jefes y a los dueños de la empresa de pinturas, tanto que se interesan por ver su perfil, notando que es universitario y que tenía conocimientos en el idioma inglés.
Su acción le valió un nuevo puesto en la embajada de los Estados Unidos de América, al principio cuidaba los estacionamientos, pero como en los trabajos anteriores fue demostrando al punto que quedó siendo el seguridad personal de la embajadora Linda Watt.
Al pasar el año de estar en la empresa, le recuerda a su jefe el acuerdo que tenían de que le permitiera ir estudiar y se matricula en la Escuela de Periodismo de la Facultad de Comunicación Social, de la Universidad de Panamá.
En el último año de la carrera, representantes de la empresa de comunicaciones Llorente y Cuenca llegan a la facultad buscando a los mejores estudiantes para que sean sus becarios.
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Fue cuando el profesor Garritt Genetau lo recomienda por ser un excelente estudiante.
Recuerda que en esa ocasión le dijo al profesor que no tenía ropa buena y sus zapatos tenían un hueco por donde cabía su mano, a lo que su docente le respondió que se pusiera lo mejor que tenía, porque lo que iban a evaluar era lo que tenía en su cabeza, no su ropa.
Santamaría pasó la prueba y fue admitido como becario en Llorente y Cuenca, así que a las 4:00 p.m. que salía de esa oficina corría a la casa de la embajadora, donde trabajaba desde las 4:30 p.m. hasta las 11:00 p.m. y desarrollaba su trabajo de grado para poder graduarse de periodista.
Una vez tuvo su título en mano, ingresó de lleno a Llorente y Cuenca donde ascendió hasta consultor senio.
De allí se fue para una importante empresa constructora donde estuvo cinco años, pero por la situación económica del país fue cesado.
Quedarse sin trabajo, no desanimó a Santamaría, ya que invirtió todos sus ahorros para poner una barbería que llamó Monchi Barber Shop, en Green Plaza, ubicada en el Limón, en La Chorrera, donde tiene a jóvenes talentosos chorreranos a quienes les dijo que fueran emprendedores y que no se quedarán pensando en ser solo empleados sino que soñaran con algún día tener su propio negocio.