Si Alexander (nombre ficticio) debe hacer viajes largos, lo piensa dos y tres veces, pues el solo hecho de sentirse encerrado le provoca ansiedad y desesperación. Él lo evita lo más que pueda, de hecho, el recorrido más lejos que ha realizado a lo largo de sus 25 años ha sido de cuatro horas aproximadamente. Aunque no ha sido diagnosticado por un especialista, él reconoce ser claustrofóbico, un trastorno que asegura le ocurre desde que era apenas un niño y con el que ha lidiado junto a su familia.
El joven, quien dice odiar los ascensores, recuerda cuando hace unos años junto a un grupo de conocidos entró a un ascensor. No habían cerrado las puertas cuando los jóvenes empezaron a saltar. Él dice que solo recuerda que se colocó en posición fetal por el miedo de que este cayera al vacío, lloraba y de repente dejó de escuchar toda la algarabía. Cuando reaccionó, fue porque su mejor amigo, quien por fortuna estaba con él y conoce su condición, lo estaba llamando para que saliera.
Alexander procura nunca viajar solo en un elevador. Recuerda una vez que quedó solo por unos breves segundos y la puerta no abría, porque hubo un bajón de luz. “Empecé a gritar auxilio, toqué el botón de la alarma y de repente abrió la puerta, fueron los segundos más largos de mi vida”, recordó.
“Me voy desesperando, siento que respiro más fuerte, pero menos. El corazón me late a mil, siento la nariz tapada y me comienzo a erizar”, sostuvo.
Si el viaje es un poco largo para él, debe ir entretenido, ya sea conversando, escuchando música o viendo videos.
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Al parecer, Alexander pertenece a ese bajo porcentaje de la población claustrofóbica, que según el psicólogo clínico Emmett Villavicencio, son poco usuales los casos, pero se habla de que el 7% de la población puede padecer de este trastorno.
Villavicencio, especialista del Instituto de Salud Mental (Insam) explica que la claustrofobia es un trastorno de ansiedad caracterizado por un miedo a estar en espacios cerrados o limitados, como autobuses, aviones, elevadores, depósitos, cabinas para broncearse, etc. Indica que “la persona piensa que no podrá salir, generando mucha angustia y temor. No es necesariamente por las características del lugar, sino por los pensamientos irracionales que acompañan a la persona como la imposibilidad de salir, no poder respirar o la idea de que algo malo puede suceder, lo anterior genera síntomas físicos característicos de la ansiedad”, dijo el experto.
Síntomas
Según el idóneo, se puede saber si una persona tiene claustrofobia si presenta miedo irracional a entrar en lugares pequeños o con reducido espacio. La persona presenta síntomas como sudoración, dificultad para respirar, elevación del ritmo cardíaco, angustia generalizada, sensación de desmayo, miedo a la muerte, ganas de salir corriendo, sensación de que algo malo puede pasar, temblores, dolor en el pecho o el estómago, entre otros. Esto puede ocurrir tanto en niños, como adolescentes o adultos.
En la mayoría de los casos, indica Villavicencio, la claustrofobia se debe a experiencias tempranas relacionadas con haber estado en un lugar cerrado, pero también puede generarse por distorsiones cognitivas, es decir ideas que la persona tenga sobre lo que puede pasarle en un lugar o espacio reducido.
La claustrofobia se podría confundir con un trastorno de pánico, episodios de ansiedad, miedo a estar solo y/o miedo a la oscuridad.
Entender el origen
La buena noticia es que la claustrofobia, al igual que otros trastornos mentales, se puede tratar a través de la psicoterapia y el tratamiento farmacológico. Detalla el especialista que la psicoterapia apunta a que la persona desarrolle estrategias de afrontamiento ante pensamientos irracionales relacionados con estar encerrado en un lugar pequeño.
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“Se enseñan técnicas para el manejo del estrés, manejo de la respiración, la gestión de pensamientos que ayuden a la autorregulación emocional, aprender a manejar los pensamientos catastróficos y anticipatorios. De igual manera, la psicoterapia busca que la persona pueda entender el origen de su miedo a través de un análisis profundo de las experiencias, sensaciones, pensamientos y sentimientos asociados con lo ocurrido” mencionó Villavicencio.
Por otra parte, resaltó que el tratamiento farmacológico debe estar orientado al tratamiento de los síntomas psíquicos y somáticos de la ansiedad que comprometen la capacidad adaptativa de las personas con este padecimiento. “Ambos tratamientos pueden funcionar para mejorar la calidad de vida de las personas, pero la cura dependerá de la severidad del caso, entre otros aspectos relacionados con el estado general de salud física y mental de la persona”.