Las autopistas del cine llevan al éxito en Hollywood, a la fama ante los fotógrafos y a la alfombra roja de los Óscar. Pero en las carreteras secundarias de la gran pantalla, la de las cintas con escasísimo presupuesto pero repletas de ingenio, Roger Corman fue un auténtico dios.
Terror, ciencia-ficción, monstruos, cine de explotación, acción disparatada, comedia involuntaria… Corman fue un genio polifacético (director, productor, actor, guionista y lo que hiciera falta) y asombrosamente prolífico (sus películas se cuentan por cientos) que llegó a ser encumbrado como “el Papa del cine pop” o “el rey de la serie B”.
Menospreciado por la historia canónica del cine, Corman fue, sin embargo, un padrino más que generoso de incontables talentos.
Estrellas como Jack Nicholson, Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Robert de Niro, James Cameron, Peter Bogdanovich, Jonathan Demme, Peter Fonda, Ron Howard, Bruce Dern o Dennis Hopper le deben sus primeros pasos profesionales a este artista que desprendía, al contrario que sus películas, un aire de elegancia y de extrema amabilidad.
“La diferencia entre la imagen que presentas al mundo y lo que hay en tu subconsciente es significativa”, dijo en el documental “Corman’s World: Exploits of a Hollywood Rebel” (2011).
“Me han dicho que mi imagen es la de una especie de tipo normal y convencional. Pero claramente, mi subconsciente es algo así como un infierno en ebullición”, bromeó.
Aunque el cine fue su pasión desde niño, Corman (Detroit, EE.UU., 1926) flirteó de joven con otros rumbos profesionales: estudió ingeniería en Stanford, pero rápidamente se dio cuenta de que no era lo suyo.
Tampoco le fue bien en su primera experiencia en el cine, ya que en el estudio 20th Century Fox, primero como mensajero y después evaluando guiones, no encontró su lugar.